Hoy os voy a hablar de una de las figuras más queridas del folklore japonés. Los jizo. Unas figuras de piedra que podemos encontrar en los terrenos de templos e incluso por los caminos.
Aunque se venera en el budismo de Asia Oriental con el nombre de Ksitigarbha, en Japón se les conoce como Warabe Jizo, jizo, bodhitsattvas o en su forma respetuosa como Ojizo-sama. Es una de las divinidades más queridas de Japón.
Estas estatuas son comunes en los cementerios y en los caminos. Tradicionalmente se le cree el guardián de los niños, particularmente de aquéllos que murieron antes que sus padres o que incluso no llegaron a nacer. También de los bomberos, peregrinos y embarazadas.
Desde los 80 se ha desarrollado la adoración como el guardián de los mizuko (los niños de agua), nombre que reciben los recién nacidos o los abortados.
En la mitología japonesa, se dice que el alma de los niños que mueren antes que sus padres, no pueden cruzar el mítico río Sanzu en su camino a la vida tras la muerte por haber hecho sufrir tanto a sus padres y se les condena a apilar guijarros para crear pequeños altares pero dicen que unos demonios les destruyen los altares cada cierto tiempo.
Se cree que el Jizo salva a estas almas de tener que volver a apilar piedras en la ribera del río como condena ocultándolos de los demonios en su ropa y permitiéndoles rezar mantras.
Las estatuas Jizo a veces están acompañadas de unas pequeñas pilas de piedras y guijarros puestas ahí por gente con la esperanza de acortar el tiempo que los niños tengan que sufrir en el inframundo. El acto deriva de la tradición budista de crear estupas, pequeños altares donde se colocaban los restos de reyes o incluso budistas importantes, como acto para acortar la condena.
También pueden estar acompañadas de ropas de bebés, baberos e incluso juguetes, colocados ahí por los padres que han perdido a un hijo para ayudar a su alma y esperando que el jizo lo proteja especialmente.
Otras veces, las ofrendas son puestas por los padres en agradecimiento al Jizo por haber salvado a sus hijos de enfermedades. Las estatuas de Jizo pueden tener forma de niño para parecerse a los niños que protege.
Así como se le ve el salvador de las almas que tienen que sufrir en el Inframundo, su imagen es muy común en los cementerios y también se le cree la divinidad protectora de los viajes por lo que también es común ver imágenes en los arcenes de los caminos y carreteras de Japón.
También los bomberos parecen estar bajo protección de esta divinidad ya que se dice que baja a los fuegos del infierno y compadecido por el sufrimiento de los que allí están, rebaja la intensidad del fuego. A éste en especial se le llama «kuro jizo» (jizo negro).
A veces también se les puede encontrar en forma de 6 estatuas diferentes, para representar las 6 vías diferentes con las que se puede llegar al infierno y por lo tanto una figura para protegernos de caer en el mal camino.
El Jizo lleva en su bastón 6 aros colgando que agita para despertarnos de las visiones engañosas.
El cuento de «Los 6 jizo» o «Kasa jizo», es una historia muy popular. La leyenda cuenta que una pareja de ancianos muy pobres, vendían sombreros de paja para ganarse la vida. Una noche de mucha nieve, el anciano de vuelta a casa, no había vendido ninguno de los 5 sombreros que llevaba.
Se encontró en el camino 6 jizos cubiertos de nieve. Se compadeció de ellos y les puso un sombrero de paja a cada uno, quitándose incluso el que él llevaba. Esa noche más tarde, ya en su casa, oyeron ruidos fuera.
Al salir, sorprendidos, se encontraron con arroz, mochi, pescado e incluso monedas de oro. Acercándose para recoger los regalos, encontraron en la nieve pequeñas huellas de 6 personitas que se alejaban en la nieve hasta el camino.
También hay muchos jizo protegiendo la Sesho-seki, en Nasu, prefectura de Tochigi. Se dice que la Sesho-seki (piedra asesina) es la forma que tomó Tamamo-no-mae, una hermosa joven que se creía poseída por un zorro de 9 colas, un kitsune.
Cuando fue descubierta como kitsune se convirtió en piedra y amenazó con matar a todo el que se acercara. Pero un monje la desafió quedándose a dormir cerca. El espíritu se calmó pero por si las moscas, decenas de jizo protegen la zona. Aunque en marzo de 2022, la roca se quebró.
Donde también podéis encontrar muchos jizo es en el templo Zojo-ji, cerca de la Tokyo Tower. A un paseíto de los jardiner Hamarikyu. Es un sitio bastante triste, es conocido por ser donde las madres les ponen gorritos, baberitos y otros juguetes, como molinillos. Hay mucho silencio y si hay brisa que los haga moverse, lo hace aún más sobrecogedor.
En Nikko, por ejemplo, existe un camino donde tenemos la leyenda de que hay algún jizo fantasma. Es decir, al parecer si vas en una dirección y cuentas los jizo, te sale un número pero al volver a contarlos cuando vas de vuelta, sale un número diferente. Así que hay algún jizo travieso que no se está quieto.
El monte Misen, en Miyajima, es una excursión muy bonita donde podréis encontrar muchos jizo muy curiosos.
En Nagasaki, en Yahataura, hay 6 jizos, los Harahoge, a la orilla del mar, que cuando sube la marea, se cubren con el agua. Se dice que están ahí para rezar por el sufrimiento de las ballenas cazadas así como de las ama, las sirena japoneas, que se han ahogado. Es un lugar que da mucha paz.