Durante el periodo Edo (1603 – 1868) se desarrolló una veneración hacia el Monte Fuji que incluía la obligación de peregrinar hacia él al menos una vez en la vida.
Como todo el mundo no podía, por edad o por enfermedad, en varios lugares de la ciudad de Tokio se crearon imitaciones de unos 3 ó 4 metros de altura, llamadas fujizuka, que incluían además réplicas de las 10 estaciones, donde todo el mundo podía cumplir con su obligación para con la montaña sagrada.
A día de hoy se siguen manteniendo varias de estas réplicas por Tokio, generalmente en los alrededores de santuarios, y suelen pasar muy desapercibidos, a pesar de que en algunos lugares religiosos se dice que escalar estas pequeñas colinas tiene los mismos beneficios que subir el Monte Fuji.
Más allá de una curiosidad, algunos han sido designados Propiedad Cultural por el gobierno japonés como el del santuario Fuji Sengen o el santuario Ekoda Sengen. Cerca de la estación de Shimbamba, en el santuario Shinagawa, también hay un fujizuka muy vistoso y fácil de visitar si no podéis visitar el monte Fuji.